Tras el inapelable triunfo ante el Barcelona B en el Mini Estadi al ascenso del Betis, prácticamente, ya sólo resta ponerle la rúbrica, con el sello del lugar, fecha y hora donde se produzca. Podría llegar dentro de dieciséis días, el miércoles después de Feria, aquí en Heliópolis ante el Tenerife, o el fin de semana siguiente (15 de mayo) en el Nou Estadi de Tarragona, en la misma jornada (la 39) que Celta y Rayo se verán las caras en Balaídos.
De ahí no debería pasar, aunque harían bien los béticos en no lanzar aún las campanas al vuelo y afrontar todos (jugadores, técnicos, directivos y aficionados) los próximos partidos, hasta que las matemáticas dicten sentencia, como si les fuera la vida en ello, pues hasta el rabo todo es toro y el cuerpo del bético está lleno de cornadas espeluznantes e inverosímiles, sin ir más lejos las sufridas en las dos últimas temporadas.
Poderío. Claro que el equipo, con su fútbol dinámico y su gran despliegue físico, transmite muy buenas vibraciones, y ayer, ante el conjunto más en forma de la categoría, dio todo un recital para deleite de los cerca de 5.000 seguidores que hicieron del Mini Estadi blaugrana una sucursal del Benito Villamarín.
De salida, comenzó jugando con mucho desparpajo el Barça B, y eso que Luis Enrique contaba con bajas notables como las de Montoya y Fontás –aparte de las de Thiago y Jeffren, habituales ya en las convocatorias de Pep Guardiola–, hasta el punto de que Nolito dio más de un susto y hasta pudo ser objeto de un penalti por parte de Miguel Lopes, a los dos minutos de partido.
El ínclito Pino Zamorano apreció que el jugador bético tocó balón antes de contactar con el barcelonista y no señaló nada, así que los verdiblancos se repusieron del susto y pasados los diez primeros minutos empezaron a hacerse los dueños de la situación gracias al inconmensurable trabajo de Iriney y Beñat en la medular.
Pepe Mel, también con importantes bajas como las de Emana y Salva Sevilla, optó finalmente por jugar con bandas y abandonar el 4-3-3 que tan buen resultado le había dado en los últimos partidos. Situó en los costados a Juanma y Jonathan Pereira y aunque fue el segundo el más activo, de los pies del primero es de donde salieron dos precisas asistencias de gol para dejar el choque prácticamente resuelto poco antes del descanso.Rubén Castro y Jorge Molina ejercieron de matadores y en apenas cuatro minutos (del 41 al 45) dejaron el partido listo y gran parte del ascenso encarrilado.
La jornada tenía guasa porque el Celta recibía al colista y el Betis visitaba al mejor equipo de la segunda vuelta. En los cálculos de los más pesimistas la ventaja sobre los gallegos podía verse reducida a cuatro puntos, pero en el descanso del partido contra el Barça B estaba en nueve, y esa suculenta renta no la dejaron escapar los béticos de ninguna de las maneras. En la segunda parte, Iriney se hizo el amo –marcó el tercer gol, estrelló un remate en el larguero–, Mel acertó con los cambios y los béticos de Cataluña empezaron a hacer la ola, a corear el nombre de Gordillo y a celebrar un ascenso que todavía es virtual y tiene pinta de poder consumarse en Tarragona. O antes.
De ahí no debería pasar, aunque harían bien los béticos en no lanzar aún las campanas al vuelo y afrontar todos (jugadores, técnicos, directivos y aficionados) los próximos partidos, hasta que las matemáticas dicten sentencia, como si les fuera la vida en ello, pues hasta el rabo todo es toro y el cuerpo del bético está lleno de cornadas espeluznantes e inverosímiles, sin ir más lejos las sufridas en las dos últimas temporadas.
Poderío. Claro que el equipo, con su fútbol dinámico y su gran despliegue físico, transmite muy buenas vibraciones, y ayer, ante el conjunto más en forma de la categoría, dio todo un recital para deleite de los cerca de 5.000 seguidores que hicieron del Mini Estadi blaugrana una sucursal del Benito Villamarín.
De salida, comenzó jugando con mucho desparpajo el Barça B, y eso que Luis Enrique contaba con bajas notables como las de Montoya y Fontás –aparte de las de Thiago y Jeffren, habituales ya en las convocatorias de Pep Guardiola–, hasta el punto de que Nolito dio más de un susto y hasta pudo ser objeto de un penalti por parte de Miguel Lopes, a los dos minutos de partido.
El ínclito Pino Zamorano apreció que el jugador bético tocó balón antes de contactar con el barcelonista y no señaló nada, así que los verdiblancos se repusieron del susto y pasados los diez primeros minutos empezaron a hacerse los dueños de la situación gracias al inconmensurable trabajo de Iriney y Beñat en la medular.
Pepe Mel, también con importantes bajas como las de Emana y Salva Sevilla, optó finalmente por jugar con bandas y abandonar el 4-3-3 que tan buen resultado le había dado en los últimos partidos. Situó en los costados a Juanma y Jonathan Pereira y aunque fue el segundo el más activo, de los pies del primero es de donde salieron dos precisas asistencias de gol para dejar el choque prácticamente resuelto poco antes del descanso.Rubén Castro y Jorge Molina ejercieron de matadores y en apenas cuatro minutos (del 41 al 45) dejaron el partido listo y gran parte del ascenso encarrilado.
La jornada tenía guasa porque el Celta recibía al colista y el Betis visitaba al mejor equipo de la segunda vuelta. En los cálculos de los más pesimistas la ventaja sobre los gallegos podía verse reducida a cuatro puntos, pero en el descanso del partido contra el Barça B estaba en nueve, y esa suculenta renta no la dejaron escapar los béticos de ninguna de las maneras. En la segunda parte, Iriney se hizo el amo –marcó el tercer gol, estrelló un remate en el larguero–, Mel acertó con los cambios y los béticos de Cataluña empezaron a hacer la ola, a corear el nombre de Gordillo y a celebrar un ascenso que todavía es virtual y tiene pinta de poder consumarse en Tarragona. O antes.
Fuente: Elcorreo
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