Iulian Filipescu (Slatina, Rumanía, 29 de marzo de 1974) ha comenzado a estudiar en Oviedo un ciclo formativo de chapa y pintura. Nada extraño para un hombre que quiere hacer de su afición, los coches, un oficio: la reparación y mantenimiento de automóviles. Ahora bien, al comparar sus nuevos quehaceres con la que era su otra profesión, el fútbol, llama un poquito más la atención: se trata del mismo Filipescu que jugó junto a Gica Hagi y George Popescu en el Mundial de Francia, en 1998.
Ahora se ha alejado del fútbol y su gusto por los coches clásicos le lleva a estudiar de nuevo. Tiene un Alfa Romeo, no confiesa el modelo ni tampoco qué otros coches tiene: «Sí, alguno tengo, da igual, un Alfa Romeo, no importa; tengo pocos, sólo otros dos». Da la impresión de que se refiere a coches potentes, pero no suelta prenda. El exfutbolista se mantiene a la defensiva como en sus tiempos de zaguero en el Betis junto a Belenguer, Mingo y Juanito.
«Me gustan los coches y quiero aprender a repararlos, a lo mejor en un futuro monto un negocio, porque si quieres abrir un negocio tienes que tener idea», explica Iulian. Pero, ¿cómo llegó este trotamundos del balompié a Oviedo? Durante sus cinco años como futbolista en la Liga sólo había vivido en Sevilla. «Jugué una vez en el antiguo Tartiere, pero no conocí la ciudad, sólo el hotel y el estadio», recuerda. Por las calles de Oviedo pasea desde hace tres años: «Por el tema del colegio de mis hijos, buscábamos ciudad pequeña, no grande, que no fuera en el Sur, por el calor, y encontramos esto, nos gustó y nos quedamos aquí». Así fue que cuando colgó las botas en el MSV Duisburg de Alemania ya tenía claro que quería volver a España. «Mi hijo mayor es español. Bueno, es rumano pero tiene nacionalidad española. Era la opción más mejor para nosotros, por el idioma», detalla.
En Asturias pasea totalmente inadvertido. Su físico ha cambiado desde que jugaba en Primera y los aficionados ya casi no le reconocen por la calle. «Ni falta que hace», asegura, aunque matiza que «siempre hay alguno que me recuerda». Como él mismo explica, no mantiene las relaciones necesarias para continuar ligado al mundo del fútbol. «Hubo un momento en el que me planteé seguir, pero las cosas han cambiado». Aún así, por si acaso, Iulian está sacándose el carné de entrenador nacional.
Entrenador del San Claudio
Hasta el pasado mes de junio, Filipescu fue el técnico del San Claudio infantil B, en Oviedo: «Necesitaba prácticas para el título de entrenador y el San Claudio me quedaba al lado de casa. Tampoco hay que empezar en el Barça, hay muy pocos que pueden». Y, modestamente, casi con timidez, asegura que los chavales de El Castañeu no le echan de menos.
El 52 veces internacional afirma que es muy complicado entrenar a discípulos tan jóvenes. «Están en una edad muy difícil y cuando vienes de jugar a nivel profesional hay conceptos que te parecen básicos, pero que los chavales todavía no dominan», comenta Iulian, a quien le gustaría poder entrenar en categorías más ‘rodadas’. «Hay que tener mucha paciencia», concluye. Así es que de momento mantiene al fútbol aparcado en su garaje, junto a su pequeña colección de coches, y ni siquiera lee la prensa deportiva. Ahora únicamente compra revistas de motor. Su deseo es conseguir un coche antiguo y remodelarlo, aunque de momento para practicar le sirve cualquiera, por muy destartalado que esté. Pero para dar el salto al mundo de las carreras pide tiempo. «Tengo un grupo de amigos, que nos vemos alguna vez y juntamos 4 ó 5 coches, pero nada de rallys de momento», explica, con rostro dubitativo.
Ahora Filipescu lleva una vida relajada y tranquila. «De hecho, nadie sabía que estaba aquí», confiesa. Y en referencia al curso de chapa y pintura lo tiene claro: «Si no se me da bien, haré otra cosa. Pero de momento estoy aprendiendo a soldar, a cortar». Al mundialista rumano que eligió Oviedo para vivir le queda tiempo suficiente para pensar si entrena, repara o finalmente se decide a volver a competir, aunque está vez, lo haría en coche.
FUENTE: Reportaje de El Comercio
Ahora se ha alejado del fútbol y su gusto por los coches clásicos le lleva a estudiar de nuevo. Tiene un Alfa Romeo, no confiesa el modelo ni tampoco qué otros coches tiene: «Sí, alguno tengo, da igual, un Alfa Romeo, no importa; tengo pocos, sólo otros dos». Da la impresión de que se refiere a coches potentes, pero no suelta prenda. El exfutbolista se mantiene a la defensiva como en sus tiempos de zaguero en el Betis junto a Belenguer, Mingo y Juanito.
«Me gustan los coches y quiero aprender a repararlos, a lo mejor en un futuro monto un negocio, porque si quieres abrir un negocio tienes que tener idea», explica Iulian. Pero, ¿cómo llegó este trotamundos del balompié a Oviedo? Durante sus cinco años como futbolista en la Liga sólo había vivido en Sevilla. «Jugué una vez en el antiguo Tartiere, pero no conocí la ciudad, sólo el hotel y el estadio», recuerda. Por las calles de Oviedo pasea desde hace tres años: «Por el tema del colegio de mis hijos, buscábamos ciudad pequeña, no grande, que no fuera en el Sur, por el calor, y encontramos esto, nos gustó y nos quedamos aquí». Así fue que cuando colgó las botas en el MSV Duisburg de Alemania ya tenía claro que quería volver a España. «Mi hijo mayor es español. Bueno, es rumano pero tiene nacionalidad española. Era la opción más mejor para nosotros, por el idioma», detalla.
En Asturias pasea totalmente inadvertido. Su físico ha cambiado desde que jugaba en Primera y los aficionados ya casi no le reconocen por la calle. «Ni falta que hace», asegura, aunque matiza que «siempre hay alguno que me recuerda». Como él mismo explica, no mantiene las relaciones necesarias para continuar ligado al mundo del fútbol. «Hubo un momento en el que me planteé seguir, pero las cosas han cambiado». Aún así, por si acaso, Iulian está sacándose el carné de entrenador nacional.
Entrenador del San Claudio
Hasta el pasado mes de junio, Filipescu fue el técnico del San Claudio infantil B, en Oviedo: «Necesitaba prácticas para el título de entrenador y el San Claudio me quedaba al lado de casa. Tampoco hay que empezar en el Barça, hay muy pocos que pueden». Y, modestamente, casi con timidez, asegura que los chavales de El Castañeu no le echan de menos.
El 52 veces internacional afirma que es muy complicado entrenar a discípulos tan jóvenes. «Están en una edad muy difícil y cuando vienes de jugar a nivel profesional hay conceptos que te parecen básicos, pero que los chavales todavía no dominan», comenta Iulian, a quien le gustaría poder entrenar en categorías más ‘rodadas’. «Hay que tener mucha paciencia», concluye. Así es que de momento mantiene al fútbol aparcado en su garaje, junto a su pequeña colección de coches, y ni siquiera lee la prensa deportiva. Ahora únicamente compra revistas de motor. Su deseo es conseguir un coche antiguo y remodelarlo, aunque de momento para practicar le sirve cualquiera, por muy destartalado que esté. Pero para dar el salto al mundo de las carreras pide tiempo. «Tengo un grupo de amigos, que nos vemos alguna vez y juntamos 4 ó 5 coches, pero nada de rallys de momento», explica, con rostro dubitativo.
Ahora Filipescu lleva una vida relajada y tranquila. «De hecho, nadie sabía que estaba aquí», confiesa. Y en referencia al curso de chapa y pintura lo tiene claro: «Si no se me da bien, haré otra cosa. Pero de momento estoy aprendiendo a soldar, a cortar». Al mundialista rumano que eligió Oviedo para vivir le queda tiempo suficiente para pensar si entrena, repara o finalmente se decide a volver a competir, aunque está vez, lo haría en coche.
FUENTE: Reportaje de El Comercio
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