Pierde, pierde y vuelve a perder. El Betis ha entrado en una peligrosísima constante que no acierta a cortar de ninguna de las maneras. La pésima racha de seis partidos perdidos consecutivos no acierta a cortarla ni el entrenador, Pepe Mel, que no da con la tecla, ni aciertan a cortarla los jugadores dentro del campo. Y la racha no solo es preocupante por lo que supone perder seis encuentros de forma seguida, sino porque el empeoramiento del juego es evidente y las sensaciones cada vez son peores. Los que antes eran buenos ahora parecen vulgares y los que antes eran discretos ahora parecen malos. Es lo que le pasa al conjunto verdiblanco, que está sufriendo un proceso de vulgarización irreversible de momento que se acrecienta conforme avanzan las jornadas.
Mucho más que ánimos y voluntad hacen falta para revertir la situación del Betis. Eso, de momento, no se le puede ganar. Así saltó al campo de El Sardinero, con ánimos y ganas de mandar en el encuentro. Lo malo es que esas ganas, ese gen dominador, igual que llega, se va. Y si el equipo rival lo neutraliza con una correcta defensa, allá que desaparece el conjunto de Mel. Cuando llega esa desactivación el Betis desaparece y, más peligroso aún, pierde la confianza. Los jugadores dan pistas de desconfianza abusando del individualismo y mostrándose conservadores en algunas acciones. Esa tendencia conduce al conformismo, y por eso el Betis ha bajado enteros en la competición, porque se conforma con lo que sea con tal de cortar su racha. Claro que, los rivales no son tampoco excelsos en su juego y los verdiblancos tienen ciertos argumentos que sobreviven a su vulgarización. Con ellos, con ciertas apariciones de Beñat, con algunos intentos de Rubén y, en este caso, con las apariciones de Pozuelo, estuvo a punto de poner el encuentro de cara.
Para colmo de males, el Betis no tiene ni suerte. Con dos palos se encontró el conjunto hispalense. El primero de Pozuelo, el segundo el de Ustaritz. No hubo manera. Y como el Betis tampoco tiene confianza, nunca la ha tenido esta temporada, en la defensa, con los minutos el conjunto de Mel sufre un proceso de empeoramiento que siempre lo sitúa más cercano a la derrota que a la victoria. Aunque el rival, el Racing, no hubiera ganado ni un solo partido hasta el momento. Esta vez fue un penalti como una casa entre Dorado e Isidoro el que dio ventaja a los racinguistas. De nuevo por detrás en el marcador, y de nuevo a prueba la reacción.
Y sería injusto decir que el Betis no reaccionó. Tuvo llegadas, tuvo presencia en ataque con media hora por delante para empatar y tuvo ocasiones, la más clara la de Jefferson Montero, uno de los cambios de Mel. Pero no hubo acierto, porque también le falta a este Betis, como también le falta algo de físico, que sin ser la causa principal, ayuda a la bajada de rendimiento, sobre todo a nivel individual en algunos jugadores más que en el colectivo.
Y así, como si nada, en un partido en el que quizás el Betis no mereció perder, en un partido como en otros tantos, seis, en los que ha perdido haciendo algún mérito para más, se le fueron los puntos al equipo verdiblanco. Que sin ser inferior pierde, síntoma del todo preocupante en un equipo que está en barrena, que está en una crisis como una casa y cuya clasificación, argumento indispensable de Mel, empieza a perder fuerza como la espuma, como la ha perdido este Betis.
FUENTE:Eldesmarque
Mucho más que ánimos y voluntad hacen falta para revertir la situación del Betis. Eso, de momento, no se le puede ganar. Así saltó al campo de El Sardinero, con ánimos y ganas de mandar en el encuentro. Lo malo es que esas ganas, ese gen dominador, igual que llega, se va. Y si el equipo rival lo neutraliza con una correcta defensa, allá que desaparece el conjunto de Mel. Cuando llega esa desactivación el Betis desaparece y, más peligroso aún, pierde la confianza. Los jugadores dan pistas de desconfianza abusando del individualismo y mostrándose conservadores en algunas acciones. Esa tendencia conduce al conformismo, y por eso el Betis ha bajado enteros en la competición, porque se conforma con lo que sea con tal de cortar su racha. Claro que, los rivales no son tampoco excelsos en su juego y los verdiblancos tienen ciertos argumentos que sobreviven a su vulgarización. Con ellos, con ciertas apariciones de Beñat, con algunos intentos de Rubén y, en este caso, con las apariciones de Pozuelo, estuvo a punto de poner el encuentro de cara.
Para colmo de males, el Betis no tiene ni suerte. Con dos palos se encontró el conjunto hispalense. El primero de Pozuelo, el segundo el de Ustaritz. No hubo manera. Y como el Betis tampoco tiene confianza, nunca la ha tenido esta temporada, en la defensa, con los minutos el conjunto de Mel sufre un proceso de empeoramiento que siempre lo sitúa más cercano a la derrota que a la victoria. Aunque el rival, el Racing, no hubiera ganado ni un solo partido hasta el momento. Esta vez fue un penalti como una casa entre Dorado e Isidoro el que dio ventaja a los racinguistas. De nuevo por detrás en el marcador, y de nuevo a prueba la reacción.
Y sería injusto decir que el Betis no reaccionó. Tuvo llegadas, tuvo presencia en ataque con media hora por delante para empatar y tuvo ocasiones, la más clara la de Jefferson Montero, uno de los cambios de Mel. Pero no hubo acierto, porque también le falta a este Betis, como también le falta algo de físico, que sin ser la causa principal, ayuda a la bajada de rendimiento, sobre todo a nivel individual en algunos jugadores más que en el colectivo.
Y así, como si nada, en un partido en el que quizás el Betis no mereció perder, en un partido como en otros tantos, seis, en los que ha perdido haciendo algún mérito para más, se le fueron los puntos al equipo verdiblanco. Que sin ser inferior pierde, síntoma del todo preocupante en un equipo que está en barrena, que está en una crisis como una casa y cuya clasificación, argumento indispensable de Mel, empieza a perder fuerza como la espuma, como la ha perdido este Betis.
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