JORNADA 22ª LIGA BBVA: ATLETICO DE MADRID - REAL BETIS

sábado, 25 de diciembre de 2010

Perdió antes de que comenzara el partido: REAL BETIS 1 - GETAFE 2



No es una licencia afirmar que el Betis, este equipo competitivo y dignísimo que ha levantado Mel, empezó a perder el primer pulso con el Getafe cuando el balón aún permanecía parado en el centro del terreno de juego. Porque en ese terreno, en alguno de los charcos que se repartían emboscados en la zona del gol norte, se encontraba la llave del choque. Y quién sabe si de la eliminatoria.

Hasta el descanso, los béticos se atascaron en el área de Ustari, no fueron capaces de salir de esos charcos y, mientras, en la otra portería, el Getafe se dedicó, simplemente, a resolver dos de sus llegadas sin factores inesperados que perturbaran su fútbol. Y aprovechando, eso sí, las facilidades defensivas que ayer sí concedió el líder destacado de Segunda, que no todo fue esa fatídica elección de campo.

Alrededor del balón, de las tácticas y de la calidad de los equipos revolotean factores que condicionan, y mucho, el juego. A veces, es el viento, otras un césped seco que dificulta un elevado ritmo, y muchas veces se trata del agua, como ocurrió en Heliópolis. El árbitro valenciano Ayza Gámez lanzó la moneda al aire, Arzu ganó el sorteo... pero los béticos, que además suelen atacar hacia la portería del gol sur en las primeras partes, eligieron lo contrario. Optaron por buscar la portería septentrional en los primeros 45 minutos, y el tiempo confirmaría que esa estrategia resultó fallida.

Una pena ese factor exógeno al juego, porque el Betis, con la pelota, anduvo fluido en la transición, como suele ser habitual esta temporada. Con Beñat arrancando por los pasillos interiores y Salva Sevilla entrando desde el perfil izquierdo. Pero todas las buenas intenciones verdiblancas se frenaban con persistencia cuando la jugada llegaba cerca de la portería getafense.

En esa primera parte tan condicionada por el estado del terreno de juego, a veces se encendía la luz de alarma en la zaga azul por un desmarque de Rubén Castro a la espalda de los centrales, o porque Jorge Molina, con su corpachón, controlaba el esférico en el área y se disponía a maniobrar. Pero tan pronto como se iluminaba esa luz roja, se apagaba cuando, de forma irremisible, la pelota se quedaba enredada entre las piernas del bético de turno, que trataba de salir del charco sin éxito. Ocurrió un puñado de veces.

Y en el debe del Betis estuvo la incapacidad para abandonar ese guión y buscar otro fútbol, un fútbol por fuera en busca de la cabeza de Jorge Molina o, por qué no, de Rubén Castro, un delantero que no es alto, pero que tiene instinto para cazarlas también por arriba. Israel, que empezó bullidor y profundo por la derecha, debió apelar más a ese recurso de buscar la cal y sacar el centro combado, más que trazar triangulaciones por dentro para entrar a zona de remate por bajo. O conducir mucho menos y tocar más, metiendo el pie debajo de la pelota para evitar que rodara. No supo interpretar el Betis lo que pedía el partido.

El Getafe sí que se adaptó a las circunstancias. Agradeció también la desconocida blandura de los verdiblancos en el centro del campo. Faltaba la pieza que une las líneas, el pegamento. Iriney. Y al dúo Arzu-Beñat le costó aguantar las embestidas de un equipo que suele acumular mucha gente por dentro: Pedro Ríos, Parejo desde atrás, Manu como enganche, incluso Boateng con sus irrupciones raciales... demasiada gente de azul para un equipo, el Betis, habituado esta temporada a que el visitante, en la Liga, se plante pertrechadito a verlas venir. Había al otro lado del ring un Primera con todo lo que suponía. Y el dibujo del Betis fue muy largo, con espacio entre líneas. También los laterales echaron de menos más ayudas por delante, con lo que los centros al área de Casto y las jugadas a balón parado se sucedieron. En un saque de esquina llegó el 0-1, y en la enésima diagonal de Pedro Ríos desde la derecha sobrevino el 0-2. Y si la liminatoria no quedó sentenciada en ese periodo, fue por el buen trabajo de Casto.

Lógicamente, las tornas cambiaron cuando el Betis atacó hacia el área sin charcos. En la primera ocasión en que Jorge Molina recibió una buena pelota, se giró, dejó atrás al central Rafa y envió la pelota al lateral de la red. Los movimientos en ataque eran los adecuados, como en la primera parte, pero ya no había molestos charcos. Eso sí, el Getafe dio el paso atrás, cerró líneas con Boateng más anclado y como tenía muy claro que llegar a Casto le iba a resultar toda una aventura, atacó con el freno de mano metido.

Por entonces Ezequiel, que entró por Arzu tras el descanso, partía desde la izquierda, pero aparecía por muchas zonas. Fue un elemento extraño e indetectable para el sistema defensivo de Míchel y entre su picardía, los movimientos de Rubén Castro y la presencia de Jorge Molina en el área, el Betis percutió con su fe inquebrantable. Muy al final, en ese penalti a Ezequiel que transformó el ariete, halló un premio menor y corto para sus merecimientos, pero ese gol abriga ciertas esperanzas para el día de Reyes. Este Betis sí es capaz de la remontada. Y sin áreas encharcadas, mucho más.


FUENTE: Diario de Sevilla

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